Intentar hacer cualquier escrito sobre Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, es meterse en un berenjenal de padre y muy señor mío incluso descartando el estudio de su trayectoria en vida. Una vez fallecido el infanzón burgalés, no fueron pocas las hazañas desempeñadas por sus tabas. Existe una bibliografía bien extensa al respecto, inabarcable para un post humilde y "chiquitín" como este (pese a que sería capaz de recitarles algún fragmento del Poema del Mio Cid con soltura).
La fama que obtuvo don Rodrigo con sus conquistas hicieron que su figura se enriqueciera con un áurea casi de santidad (de hecho durante los siglos XI y XV pensaron canonizarle) antes de estirar la pata rodeado de los suyos en Valencia allá por el año 1099. Su primera tumba estuvo dentro de la catedral de Valencia hasta 1102, año en el que la plaza levantina sucumbió ante poder de los musulmanes.
Doña Jimena y la mesnada que acompañó al héroe castellano en sus contiendas por gran parte de la geografía española regresaron a Burgos por orden del rey Alfonso VI. En el camino hicieron parada en Cardeña (Burgos) para depositar los restos del Campeador. El lugar había sido escogido por el propio don Rodrigo como lugar de reposo eterno. Tenía buen gusto, ea, el monasterio de San Pedro no es ni mucho menos peccata minuta frente a la catedral valenciana.
La iglesia del monasterio se haya en una de las partes más antiguas conservadas. |