Un San Valentín de muerte.
Doce Flores para Doce Historias de Amor, Sacramental de San Isidro, Madrid (España).
febrero 27, 2014
En las proximidades del santo de los enamorados las televisiones huelen a perfume y la bandeja de entrada del email se llena de cupones descuento para escapadas románticas y cenas a la luz de las velas. Si realmente hubieran querido ser originales en ese día, tendrían que haber asistido a la Ruta Doce Flores para Doce Historias de Amor organizada por la Sacramental de San Isidro (Madrid) el pasado quince de febrero. A lo mejor desconocen que antiguamente, sobre todo en el siglo XIX, se conquistaba a las muchachas acudiendo a dar un paseo por el cementerio...
Gerberas para festejar el amor post mortem. |
Una_ Panteón de la familia Calvo.
La única parada que hicimos en el patio del Carmen fue para descubrir la historia de amor que se esconde tras una de las figuras emblemáticas en el skyline de la Sacramental.
Pilar Calvo fue la mujer de José Banús, el fundador de Puerto Banús entre otros logros. El monumento funerario es algo así como el Taj-Mahal patrio. Banús construyó está magnífica obra como regalo para su amada esposa, para que ni la muerte les pudiera separar. Paradójicamente el primer poblador del panteón fue el propio José Banús.
Dos_ Tumba de Cristóbal Oudrid.
Gran y exitoso compositor musical en el siglo XIX, sobre todo de zarzuela, Oudrid cumple a la perfección el dicho "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer".
Cuenta la historia que su esposa era la fan número uno de su marido y que siempre le apoyó y acompañó en su carrera. Lo malo es que la historia poco más nos descubre de esta señora. Tanto es así que hasta la lápida bajo la cual yace el matrimonio ha borrado su nombre el paso del tiempo.
Una lagartijilla descabezada trata de proteger la tumba del músico y su incondicional esposa. |
Tres_ La hija del doctor Velasco.
Como si de una historia para no dormir se tratase, el amor que el doctor Pedro González Velasco sintió hacía su hija Concha escribe uno de los capítulos más tétricos de la historia moderna de la capital madrileña.
María de la Concepción era apenas una adolescente cuando enfermó de fiebres tifoideas. El doctor Velasco -fundador del Museo Antropológico de Madrid- pidió ayuda a su colega de profesión Mariano Benavente para que curara a su hija. La impaciencia del doctor Velasco no pudo con los remedios sencillos y pausados aplicados por el doctor Benavente para la curación de Concha y, desoyendo el consejo profesional, el padre tomó la dirección de la cura con la administración de un vomitivo y un purgante a su hija provocándole una hemorragia interna que la llevó a la tumba. O no...
Entre la pena y el sentimiento de culpa el atribulado padre pidió un permiso, que por su condición de médico podía obtener, para embalsamar y conservar en el museo el cuerpo de su difunta hija que le fue concedido. Pero la cosa se salió de madre y, según cuentan las leyendas, el doctor acicalaba la momia de Concha con vestidos de novia, le daba paseos en carruaje, la sentaba a comer a la mesa y la exponía en su museo en una especie de féretro de cristal.
La madre de Concha pidió finalmente al doctor Velasco que enterraran a su hija, que aquello no eran formas de afrontar una muerte. Y la niña fue enterrada en el mismo museo donde años más tarde también iría a parar el cuerpo de su padre. Tras la exhumación de ambos el doctor Velasco aparcó sus huesos en la sacramental, pero la momia de Concha -se dice, se comenta- fue a parar a las salas de la Facultad de Medicina de Madrid y aún es el día que se debate si está o no allí.
Cuatro_ Consuelo Vello Cano, La Fornarina.
Hoy en día oímos Fornarina y con seguridad se nos viene a la cabeza una marca de ropa. Sin embargo en plena Belle Époque La Fornarina no era una franquicia, sino una de las más grandes artistas dentro del mundo de la Copla y el tronío español.
Si en el mundo anglosajón son los músicos de Jazz los que presumen de una vida disoluta y atormentada, aquí, en la piel de toro, son las folclóricas las que se quedan con el sambenito de la bohemia.
La Fornarina, con un pasado algo oscuro (supervivencia, ni más ni menos) y múltiples amantes, siempre nombró a José Juan Cadenas como el gran amor de su vida. Un amor tortuoso, de ida y vuelta constante, con celos, peleas y paréntesis continuos que duró algo más de diez años. Podría haber sido la temprana muerte de Consuelo, a los treinta y un años, lo que les separara definitivamente, pero no, fue otra mujer la que quebró su relación.
Cinco_ El pequeño Gonzalo Liburn.
Si van paseando por el patio de la Concepción de la sacramental y se encuentran con estos dos imponentes leones...
Yo les vigilo. |
Mientras yo sesteo. |
Marta Sanmamed lo escribe en su libro Aquí Yace... O No; Nus nos lo narró en la visita; y yo se lo cuento aquí. Desde hace un tiempo Gonzalo Liburn, un pequeño fallecido a los pocos meses de nacer, es visitado por alguien misterioso que limpia y decora su tumbita con flores, muñecos y bibelots. Nadie sabe quién es, pero esta persona ha conseguido rescatar del olvido al pequeño del que nada conocíamos.
Ahora sabemos que Gonzalo murió antes de que los panteones que le resguardan estuviesen terminados, y por esa razón tuvieron que hacer un entierro de urgencia, pero ¿por qué no, una vez finalizadas las construcciones, exhumaron el cadáver del niño y lo introdujeron en los panteones, junto a su familia? Hmmm, aquí tenemos un misterio más por resolver...
Seis_ Anita.
Si de Gonzalo Liburn sabíamos poco, aún sabemos menos de Ana García de Osma. Su padre era comerciante y c'est fini. Entonces ¿dónde está la historia de amor? Muy fácil: en su despampanante nicho.
Espero que puedan apreciar el detalle del bebé en bajorrelieve subiendo al cielo con el culete al aire. |
Como ya les he comentado otras veces, los nichos representan una suerte de segunda división del arte funerario, clasificación que me parece de todas todas injusta (1). Quizás esta percepción se da porque hoy en día estamos acostumbrados a ver nichos ataviados de lápida de granito ramplona, letras grabadas y figuritas de molde que se repiten columna tras columna. Sin embargo en el XIX un nicho ostentaba la misma categoría que un panteón. Incluso hubo un tiempo en el cual la tortilla se dio la vuelta y era de mayor standing social reposar eternamente en nicho que en tumba.
Contrario a lo que nos pueda parecer la labranza de una lápida para nicho de estas características conllevaba un desembolso de dinero similar al de una escultura exenta en aquellos tiempos (posiblemente también en los nuestros). Imagínense el pastizal que se debieron gastar los padres de Anita para despedirse de su pequeña.
Siete_ Panteón Perinat.
El imponente panteón de la familia Perinat -obra de Enrique Fort y Guyenet- es de los que dibuja el horizonte de San Isidro si lo miramos desde la Puerta de Toledo. Cuenta con la única escultura de bronce anterior a la Guerra Civil que se conserva en todo el cementerio coronando la bóveda del panteón, un ángel de alas desplegadas que, visto desde el suelo, promete metros de altura.
Sin embargo el espíritu celeste importante para el tema que nos traemos entre manos es el segundo, el que está (mutilado el pobrecillo) a la puerta pidiéndonos que guardemos silencio y que a mí personalmente me chifla. Este ángel del silencio es obra de Luis Perinat Terry, hijo de la marquesa de Perinat, Carmen Terry y Dorticos, que a su vez es la promotora y dueña y moradora del panteón.
No es la única escultura funeraria (2) que salió del taller de Perinat, si bien este ángel no estaba en principio llamado a guardar el descanso eterno de nadie. Fue presentado con gran éxito de crítica en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1906. Pero sobre todo fue el mejor regalo que el apenado Luis pensó que podía hacer a su amada madre recién fallecida.
Ocho_ La eterna Luna de Miel.
María Josefa Pérez de Soto Vallejo y Víctor Peñasco Castellana pertenecían a la alta sociedad de principios del siglo XX. De familias adineradas decidieron pegarse una Luna de Miel como mandan los cánones y en vez de cogerse quince días de vacaciones, como el común de los mortales haría, se tomaron dieciséis meses, y porque se les acabó el chollo. No quiero frivolizar que esta historia no termina para nada con un happy end.
Durante el tiempo que los enamorados estuvieron de viaje no escatimaron en gastos probando toda clase de aventuras que se cruzasen en su camino. En París se toparon con una lo suficientemente apetecible como para no perdérsela: el trasatlántico más grande y veloz jamás construido iba a hacer una travesía entre Southampton (Reino Unido) y Nueva York (EEUU) en un tiempo récord. Nadie que quisiera pertenecer a la crême de la crême del momento podía dejar de comprar un pasaje para embarcar en el RMS Titanic.
Los novios compraron su billete desatendiendo el deseo de la madre de Víctor de que no embarcaran ya que había tenido un sueño en el que había visto un naufragio. Para no contrariar ni preocupar a la madre pergeñaron una coartada. Dejaron a su mayordomo Eulogio en la capital gala con varias postales ya escritas de lugares diferentes que debería ir enviando mientras ellos realizaban trayecto en el Titanic hacia América.
Se pueden imaginar lo que pasó, ¿no? Efectivamente el barco se hundió en las frías aguas del mar con insuficientes botes para salvar todas las almas que allí estaban. María Josefa, Víctor y la criada que les acompañó consiguieron su plaza, pero Víctor, en un acto de bonhomía, cedió su sitio a una mujer que llevaba un bebé en brazos condenándose a sí mismo a muerte.
Nueve_ Francisca Agüero González y Juan Prim.
La historia de amor entre Francisca, Paca llamada cariñosamente, y Juan Prim es digna de un culebrón mexicano. Sí, sí, no me he equivocado; mexicano, y no venezolano, porque la muchacha en cuestión era nacida en México, aunque criada en París que es donde se conocieron.
Actualmente, aunque Paca está inhumada en él, el panteón pertenece a la familia Muñoz Escrivá de Romaní. |
Tras mucho bregar por conseguir el beneplácito de la señora, Prim consiguió casarse con Francisca en 1856. La historia de su relación amorosa es, como todos los relatos pequeños que no se cuentan en la Historia con mayúsculas, adictiva y, si quieren conocer todos los detalles, en la bibliografía encontrarán un enlace al cuarto volumen de Historia de México que lo describe con pelos y señales (veintinueve páginas, ni más ni menos).
El caso es que esta mujer, de carácter influenciable y sumiso, siguió a su marido allá donde él fuera y sintió un amor por Juan que le caló hasta la médula. La lástima es que no hayan podido estar juntos tras la muerte. Él en Reus (aunque últimamente pasa más tiempo en la mesa de autopsias de institutos forenses), ella en Madrid.
Diez_ Pepita Tudó, ¿la otra o la favorita?
Al igual que sucede con la historia de Paca y Prim, la relación de Josefa Tudó Catalán y Manuel Godoy no ha despertado suficiente atractivo en los historiadores, pero es tan interesante como el más histórico de los acontecimientos.
Pepita era una chica gaditana que se encontró viviendo en la casa madrileña de Godoy cuando al enviudar la madre de ella, se vino a la capital junto con sus tres hijas (Pepita, Magdalena y Socorro) para reclamar el pago retrasado de su pensión de viudedad. En pocos años Pepita pasó de ser una invitada de Godoy a ser su amante. Pero, ¿qué razones les llevaron a no casarse entonces?
La reina María Luisa, esposa de Carlos IV, tenía planes ambiciosos para el Príncipe de la Paz, que así apodaban a Manuel, y le acabó emparejando con una sobrina-nieta suya que había perdido el privilegio real (a cuenta del no consentido matrimonio de su padre con su madre): María Teresa Borbón y Vallabriga, XV duquesa de Chinchón. Seguro que con esta imagen la localizan.
El matrimonio de Godoy y María Teresa fue terrible para ella. En cierto momento llegó a aborrecer a la única descendiente que tuvieron por ser precisamente hija de su marido. Motivos no le faltaban. Jovellanos cuenta en uno de sus diarios que, estando invitado a una cena en la casa de Godoy, asistió con estupefacción a que Pepita Tudó fuera sentada prácticamente al lado de Godoy y de su esposa, en aquel momento considerado este un gesto de desprecio total. También influyó en la desdicha de la condesa que Pepita pariera hijos (dos) sin haber casado con nadie.
Cuando la desafortunada María Teresa falleció, Manuel y Pepita aprovecharon para contraer matrimonio, ya en el exilio.
Once_ Mausoleo de los duques de Denia.
Pese a que hace unos meses dediqué una entrada casi en exclusiva a esta obra maestra, una nunca deja de aprender y tras sumergirme en cientos de datos sobre la construcción y el arte del edificio, descuidé el aspecto más rosa de su historia. Porque, sí, están enterrados los duques de Denia, pero, ¿quiénes fueron exactamente los duques de Denia? Ángela María Apolonia Pérez de Barradas y Bernuy, I duquesa de Denia y Tarifa, y su segundo esposo, Luis Rafael Sebastian de León y Cataumber, duque consorte de Denia y Tarifa. En lo sucesivo y para abreviar les llamaremos Ángela y Luis.
Desconozco si ella estaba muy enamorada de su yogurín, pero él estaba que bebía los vientos por ella. Al fallecer su adorada le quiso regalar la mejor estampa posible para la eternidad y hete aquí que las mejores vistas desde la sacramental no eran terreno que se pudiera comprar, pero se puso tan pesado el hombre, que al final accedieron a venderle esa parcela.
Supongo que a tenor de la absoluta maravilla que allí construyó Luis por amor a su mujer Ángela (pueden consultar mi post para apreciar los detalles), los cofrades de la sacramental de San Isidro estarán satisfechos con la decisión que tomaron.
Con mi habitual atolondramiento se me olvidó sacar la foto de la gerbera que depositó Elena (al final nos acabamos conociendo todos en este mundo necropolita ;-D) en la lápida de los duques. Y es que me centré en sacar las fotografías que me faltaban (y que les prometí) del Cristo de Benlliure y salí por piernas para no perderme la siguiente y última parada.
Doce_ El ángel neutro del panteón de la Gándara.
El panteón de la Gándara fue construído por Joaquín de la Gándara en recuerdo de su mujer Rosa Plazaola.
Aunque la historia de amor con el panteón de la Gándara no es solo entre cónyuges y familiares ya que su ángel es el que nos tiene enamorados a todos aquellos que apreciamos el arte funerario. Habrán visto cientos de imágenes (otro post les enlazo) y es que uno no se cansa nunca de fotografiar a semejante bellezón...
... y de descubrir detalles nuevos...
... y de seguir con el debate sobre si es ángel...
... o ángela.
¿Qué opinan ustedes?
La visita dio para mucho mucho mucho más, que no solo de amor conyugal, fraternal, maternal y paternal vive el hombre. Así que entre flor y flor hubieron paradas por diversos panteones y tumbas que despiertan el querer en este caso hacía el Arte. Me callo ya cediendo aquí el paso al deleite de la vista sin más adornos.
Como conclusión, quieran y déjense querer, que mola, y lo mismo les obsequian con una monada de estas para su reposo eterno, quién sabe.
Cal.
(1, 2) Si ustedes están navegando por este post a través de móvil o tableta, es muy posible que los links que aparecen salpicados en el texto hacia mi álbum de Picassa no les redireccionen bien hacía las dos fotografías que quiero mostrar, así que se las expongo aquí aunque no tengan que ver directamente con el motivo de esta entrada. ;-)
(2) Tumba de la bailarina Cléo de Mérode en el cementerio de Père Lachaise, París (Francia). Obra escultórica de Luis Perinat. |
Bibliografía y documentación_
- Cementerio Sacramental de San Isidro en Facebook (link).
- Cementerio Sacramental de San Isidro web (link).
- Geneall.net (link).
- J., Ramón, Es Madrid no Madriz blog (link), "Una vida de novela en un nicho olvidado" (link).
- Llopis Candelarese, María Teresa, "Un paseo por el arte funerario de la Monumental de San Isidro", Revista Madrid Histórico, pp. 33-47, número 36, noviembre/diciembre 2011 (link).
- Miguel i Verges, J. M., La mexicana Francisca Agüero, esposa de Prim, Historia Mexicana, vol. 4, número 4 (abril-junio 1955), pp. 544-573, Edición de El Colegio de Méjico (link).
- Museo Nacional del Prado web (link).
- Nostálgica y nada más, Consuelito y otras bellas del cuplé, blog (link).
- Saguar Quer, Carlos, Arquitectura del siglo XX en la Sacramental de San Isidro, Universidad Complutense de Madrid (link).
- VV.AA., "La momia de la hija del doctor Velasco", Revista de la Escuela de Medicina Legal, pp. 10-30, febrero de 2010 (link).
- Sanmamed, Marta, Aquí Yace... O No, Editorial Anaya Multimedia, Colección Libros Singulares Oberon, Madrid, 2012 (link).
- Wikipedia (link).
12 comentarios
Muy buen ojo para las imágenes y los textos amenos y asequibles, cosa de agradecer en estos temas "historico-artísticos"
ResponderEliminarUn blog con un enfoque agradable de un tema "delicado".
Felicidades!
JM
¡Muchas gracias por tus palabras, Imago Mei/JM! Cosas así le animan a una a seguir con esta aventurilla.
ResponderEliminarPreciosas historias de amor y muerte... la vida misma, vamos. Llevaba tiempo esperando una de tus magníficas visiones y, como siempre, no me defraudas. Historias curiosas, macabras o profundamente tiernas y preciosas fotografías. Bueno, que me ha encantado, como siempre. Un besazo.
ResponderEliminarGracias, gracias, gracias. :'-D
ResponderEliminarLas historias de amor son las que nos relató Nus con esa forma tan personal y apasionada que ella tiene. Yo solo las he intentado transcribir e ilustrar de la mejor forma posible. :-D
Ando liadísima, mpffff. A medias tengo preparados tres post (ayer estuve a la caza y captura de nuevas antropomorfas palentinas; me meto en cada embolao), pero entre unas cosas y otras... ¿Dónde se comprarán días de 36 horas? Ja, ja, ja.
Muchas gracias por tus palabras, guapísima.
Yo he visto un mausoleo de los Banús en el cementerio de El Pardo...
ResponderEliminarMagnífica entrada y tremendas historias todas.
No tenía ni idea que los Banús tuvieran otro panteón. No es una familia que me despierte mucho interés, aunque reconozco que el panteón de San Isidro es una pasada, al menos por fuera. Por dentro debe de ser también de quitar el hipo. Habrá que acercarse al Pardo.
ResponderEliminarGracias por el apunte, Enrique, y por los piropos.
Aquí te dejo este enlace que seguro es de tu interés.
ResponderEliminarViva Palencia!!
http://elpardohistorico.blogspot.com.es/search/label/Cementerios
Pues muchas gracias de nuevo, Enrique. La verdad es que a nivel artístico poco tiene que ofrecer este cementerio, pero a nivel histórico, se lleva la palma. ¡Cuánta celebridad! El panteón de los Banús es bastante más modesto, pero es también bonito. Tal y como se pregunta el blogger que lo firma, ¿habrá enterrado alguien allí...?
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMª del Susto,hermoso es lo que se escribe con el corazón...pero si además llega a la gente se torna en inteligencia. Preciosa tu entrado "do cemiterio de Agramonte", nos encantó Oporto, sobre todo de la mano de Francisco Queiroz....imposible el resistirse a no leerte.
ResponderEliminarComo me repito, 2 comentarios para decir lo mismo...cosas de la edad.
ResponderEliminar¡Glups! Me sacas los colores, T. Llopis. (•^_^•) Aunque trato de que los posts rocen el tratamiento periodístico, siempre se me escapa algo de sentimiento y pienso, «qué narices, aquí no tengo por qué ser objetiva».
ResponderEliminarOporto es una de mis ciudades favoritas -de las que he visitado, vamos-. Cuando estuvimos allí no tenía pensado ir a Agramonte, pero teniéndolo tan cerquita del hotel, ¿quién se podría resistir? Si hubiera planificado la visita, seguramente habría contactado antes con Queiroz para ver el cementerio en condiciones. Seguro que se nos escapó alguna tumba imprescindible lo cual es la mejor excusa del mundo para tener que volver. :-)
(Off topic, ¡hacía mil años que no me llamaba nadie María del Susto! Ja, ja, ja, me ha hecho mucha gracia porque así, el mote completo, me lo decía solamente y a grito pelao un gran compañero de la uni al que aprecio un montón.)
¡Gracias por pasearte por mi blog y por tus comentarios, Teresa!
Eso que está pensando, aún no lo ha comentado nadie...