Medianoche en el Cementerio Inglés de Málaga (España).

septiembre 11, 2018

En la Costa del Sol existen días –no demasiados, la verdad– en los que el mencionado astro se oculta tras las nubes y deja protagonismo a las gotas de agua que, en forma de lluvia, reverdecen los agostados montes, pero también hacen que una ruta nocturna llena de candelas se quede sin tan modesto artilugio para iluminar el paseo. ¿Quiere decir esto que la ruta de las velas del Cementerio Inglés de Málaga no mereció la pena? ¡Líbrenme las musas de teclear semejante cosa!

Leones del Imperio Británico custodian las puertas gotizantes desde hace casi dos siglos. Tanto el cerramiento como la Casita del Guarda –actual tienda y recepción de visitantes– es obra de Diego Clavero y Zafra, de 1856.
Decía nuestro amable guía que uno de los atractivos de este paseo por el camposanto inglés es que lo iniciábamos aún con cierta cantidad de luz, pero que se terminaba en la más absoluta de las oscuridades. Y tenía razón. Subíamos los bancales que conforman el impresionante jardín romántico con los últimos rayos asomando entre edificios de moderna factura, y bajábamos mirando de vez en cuando el dibujo del camino mientras nos percatábamos de cómo había cambiado todo el ambiente en apenas una hora. Si bien en casi cualquier cementerio la sensación de tiempo parado se percibe en el ambiente, cuando la noche cubrió con su manto oscuro las tumbas malagueñas, además de percibirlo, podríamos haberlo cortado.

El patio principal, con la iglesia anglicana de Saint George al fondo –factura del arquitecto Manuel de Mesa del 1839– atardeciendo y de noche.

Disculpen porque me embalo y empiezo a ser cronista de mí misma cuando lo verdaderamente importante es el lugar visitado y su inabarcable historia, ajena aún hoy en día a la mayoría de la vecindad. Sin ir más lejos pocos sabrán que tres de los cinco lemas que luce el escudo de Málaga tienen un estrecho vínculo con los anales del Cementerio Inglés.

Desde la rampa de entrada al cementerio, con profusa vegetación, se vislumbra el monumento funerario del señor Frarl Thodor, obra  de inspiración clásica del marmolista José Frapolli Pelli.
Confieso que en mi primera visita, aquella en la cual me quedé a las puertas, lo que me llamó poderosamente la atención fueron las coloristas buganvillas que colgaban desde las tapias, las jacarandas en su purpúreo crecimiento hacia el cielo y los ficus enormes de la entrada. En esta segunda visita descubrí que la familia Alcaide, que fueron durante muchos años guardeses del recinto, eran a su vez floricultores y que, como negocio paralelo a la gestión de la muerte de los foráneos, vendían plantas.

Frondosos arrayanes hacen las veces de murete entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
A modo de buen cementerio decimonónico inglés, se trata de que haya una armoniosa simbiosis entre la naturaleza asilvestrada y las lápidas.

Como muestra de afecto del Gobierno Británico hacia la familia Alcaide, aunque católicos, reposan a perpetuidad en el terreno dedicado a dicha confesión dentro de la necrópolis. Y es que, pese a que en su origen el Inglés malacitano fue creado para dar sepultura digna a los británicos protestantes, entre sus muros podemos encontrar trece nacionalidades diferentes y numerosas confesiones religiosas desde la católica hasta la judía, pasando por la musulmana, además de los que no se adscriben a ninguna en particular.

Detalle del espacio dedicado a los católicos entre los que se encuentran las sepulturas de la familia Alcaide.
Y es que la cuestión de ser enterrado en terreno español antes del siglo XIX sin ser católico de carnet no era precisamente baladí. Olvidándonos del breve periodo de vigencia de la Constitución de 1869, de la Segunda República y de la actualidad, España siempre se había posicionado confesional adscrita la religión católica y, aunque sea tautológico escribirlo, ningún credo al margen del oficial era considerado. Así que si te morías dentro de España siendo cualquier otra cosa que no fuera católico, apostólico y romano (o siendo un muy gran influencer dentro del seno de la Iglesia y/o el gobierno de turno), lo llevabas crudo para que la tierra te fuera leve.

En Málaga, que es el caso que nos ocupa, no se permitía ningún rito funerario para los fallecidos fuera del católico y, si por desgracia se estiraba la pata por allí –cosa por otro lado corriente dada la gran colonia extranjera que existía y existe en la zona, al margen de la actividad portuaria–,  a lo más que se podía aspirar es a una suerte de funeral furtivo en alguna playa apartada en la que cavaban un hueco en vertical para meter el cadáver y que el mar y las alimañas se encargaran por su cuenta del asunto.

Esto horrorizó al cónsul de Gran Bretaña en la Costa del Sol, William Mark, cuando se encontró con la kafkiana aventura de tener que dar sepultura a uno de sus criados. Constató que la "práctica playera" era costumbre así que movió todos los hilos necesarios para que tal cosa no tuviese lugar en un país que, aunque foráneo, se suponía civilizado para así poder dar un enterramiento digno a sus compatriotas.

El panteón de William Mark mandado construir por su viuda, repleto de simbolismo funerario y laudas a la figura de su más ilustre morador, supuso el pistoletazo de salida a la moda de las tumbas monumentales dentro  del recoleto cementerio.

Como ya sabrán ustedes el diablo se encuentra en los pequeños detalles, sobre todo cuando hablamos de leyes, y pese a que el gobierno del Fernando VII no estaba muy por la labor de conceder amparo alguno, Mark acudió al artículo 35 de un antiguo tratado de amistad entre Reino Unido y España fechado en el 1667 (alentado entonces por el mismísimo Oliver Cromwell) para lograr su propósito. Así las cosas, en 1829 la autoridad de la ciudad concedió un pequeño terreno cuadrangular donde entonces se hallaban las afueras y en abril de 1830 el rey firmó una Real Orden validando tal decisión, gracias a la cual se estableció el núcleo primitivo del cementerio, justo por delante de la Cañada de los Ingleses.

Acababa de nacer la primera necrópolis de confesión protestante en la España moderna que dio paso al nacimiento de otros cementerios de similares características en diferentes puntos de la geografía peninsular e insular.

La puerta de acceso al cementerio primigenio situado al norte del recinto actual  que cuenta con una superficie de una hectárea y media.
Las particulares tumbas recubiertas de conchas del Cementerio Inglés malacitano se pueden ver sobre todo en las zonas más antiguas. Gracias a la labor de la Fundación, que lo gestiona desde 2006, han sido restauradas hace poco.

La tumba fundacional, que se horadó incluso antes de levantar los muretes del recinto, se debe al propietario del bergantín bautizado "Cícero", George Stephen, que falleció ahogado en la bahía de Málaga en 1831. Pero será siempre más recordado el segundo habitante de la necrópolis, Robert Boyd, por la importancia que supuso su persona en la convulsa historia española del XIX cuando se decidió a participar en el Pronunciamiento de Torrijos.

Cenotafio de Robert Boyd, situado en uno de los bancales externos al recinto original. Boyd es el único de los fusilados de Torrijos que no comparte lugar de reposo eterno junto a sus compañeros que descansan en la Plaza de la Merced de Málaga (y que podría ser un interesante tema para otro post...).
Ya que he mencionado al principio de esta entrada el asunto de los lemas heráldicos de Málaga, comentarles que el desventurado final de Torrijos y de dos revueltas posteriores a ésta le otorgaron años más tarde a la ciudad la consigna de «primera en peligro de libertad».

Otro de los lemas de Málaga, el de «muy benéfica», hace referencia a un edificio bien conocido por los malagueños que se encuentra a escaso medio kilómetro del cementerio protestante: el Hospital Noble. Tan pomposo nombre –si leemos en castellano– nada tiene que ver con el fin originario de dicha institución puesto que lo de noble le viene por el apellido de su promotor y no porque allí se atendiera a la crême de la crême de la ciudad.

Hablamos de Joseph William Noble, médico inglés que se afincó en la Costa del Sol por su frágil estado de salud y que finalmente murió durante la epidemia de cólera que asoló la ciudad en 1861. Sus hijas, en agradecimiento al buen trato recibido, construyeron el hospital para asistir principalmente a los marineros que recalaban en el puerto y a personas desfavorecidas. Medio siglo después el Hospital Noble jugaría un papel fundamental en el socorro de los heridos que venían del ejército de África durante la Guerra del Rif.

El Doctor Noble descansa bajo la sombra de un árbol pimentero, dentro del patio central del cementerio, cerca del templo de Saint George.
Entre medias de su inauguración y las guerras de Marruecos, el hospital Noble fue el primero en auxiliar a los marineros que se vieron afectados por el hundimiento de la fragata alemana de guerra Gneisenau en diciembre de 1900. Les cuento esto porque los cuarenta y dos marineros fallecidos, además del propio comandante del barco, descansan entre los muros del cementerio inglés en un túmulo en el que se utilizaron para su construcción algunas partes del mismo barco.

La labor de auxilio por parte de la población malacitana, que se cobró al menos la vida de doce pescadores, le valió a la ciudad el otorgamiento del tercer lema heráldico: «muy hospitalaria».

Realmente en el monumento, que con sus bloques graníticos semeja la escollera en la que se produjo el naufragio, sólo están inhumados los cuarenta y dos marineros. El comandante Kretschmann y el jefe de máquinas cuentan con tumba propia también dentro del mismo camposanto, en la margen izquierda exterior del cementerio primitivo.
La Segunda Guerra Mundial asimismo legó varios cuerpos de soldados que, por mor de las corrientes mediterráneas, arribaron a las costas marbellíes y que fueron dados sepultura en esta tierra en 1946.

Tres militares de la Royal Air Force y un operador de barco. Tres de nacionalidad británica, uno australiano.
Son muchísimas las historias que atesora el cementerio inglés de Málaga. Podría escribir un post eterno recuperando nombres que hoy, en su mayor parte, habitan el olvido, incluso habiendo gozado de cierta fama mientras estuvieron vivos.

Les dejo con algunas de las tumbas que visitamos y honramos durante aquella borrascosa tarde noche en el Inglés de Málaga a modo de foto con pie. Si van por allí, no se olviden de saludarles, incluso de llevarles alguna flor.

Siempre me pareció curioso que Jorge Guillén, poeta ilustre de la Generación del 27, vallisoletano de nacimiento, ateo, estuviese enterrado en esta necrópolis. Para mí fue un motivo de orgullo visitar su lápida.
El apodado Inglés de la Peseta, George Langworthy, y esposa. Benefactores de la ciudad de Torremolinos hasta el punto de quedarse en la ruina.

Los muros del cementerio primitivo se vislumbran desde el bancal que abre paso a la plaza principal del lugar, presidida por la iglesia anglicana.
Precisamente en la tapia de la entrada originaria encontramos la placa-cenotafio en homenaje a John Bevan, testigo de los años infaustos en los que nadie que no fuera católico tenía derecho a ser inhumado de forma decente. Bevan fue enterrado a la manera tradicional del año de su fallecimiento (1816), esto es, su cadáver fue abandonado en la playa. Años más tarde su hijo se desplazó hasta Málaga para honrarle con esta placa contando su historia.

Una de las tumbas más visitadas del camposanto, posiblemente por el sereno rostro del ángel que la custodia –retrato de Annie Mariann Heaton, su primera inquilina–, se encuentra cercana a la capilla.
Aunque Málaga contaba con marmolistas de gran prestigio, la estatua fue mandada hacer en Inglaterra.
En la peana nos encontramos un símbolo antes visto en otros cementerios británicos.

Un norteamericano, que no el único, entre ingleses: William P. Beecher. El comerciante tiene un sepulcro con una rica iconografía que, resumiendo mucho sus peculiaridades, deja constancia labrada en mármol blanco de su oficio y su lugar de origen, entre otros detalles.

Cementerio Inglés de Málaga
Avenida de Pries, 1
29016 Málaga - España
(Ubicación en Google Maps)

T_ 952 22 35 52
W_ Fundación Cementerio Inglés de Málaga

H_ L-V de 9:00 a 15:00 horas.
      S, D y festivos de 10:30 a 15:00.
      No se permite el acceso al recinto media hora antes del cierre de las puertas.

Notas_ Se cobra una entrada simbólica para poder acceder al jardín-cementerio que merece la pena pagar. Y lo merece no sólo por lo maravilloso del lugar, sino porque con el pago de la entrada, se contribuye a la restauración y mejora del cementerio (así que ¡no me sean cutres!). En cualquier caso, existen descuentos para algunos colectivos y horario de visitas gratuitas por tratarse de un BIC.

También organizan multitud de eventos –conciertos, visitas teatralizadas, etcétera– de los que pueden estar al corriente visitando sus redes sociales.

Bibliografía y documentación_

  • Belausteguigoitia, Salvador, "Un inglés que murió fusilado por defender la libertad de España", El País, Sevilla, 1 de agosto de 2000, periódico edición online (link).
  • Cenizo, Néstor, "Las vidas de los muertos del Cementerio Inglés", El Diario.es, edición Andalucía, 26 de octubre de 2015, periódico online (link).
  • Jurado Lavanant, Alexis, Avenida de Príes, Suplemento Gibralfaro, sección Conocer Málaga, mayo-junio 2009, portal de la Universidad de Málaga (link en web Archive).
  • Kazek, Kelly,  "Why victorian-era Southerners created seashell graves and where you can still see them", Alabama Living, 12 de agosto de 2015, periódico online (link).
  • Marchant Rivera, Alicia, "Cementerio Inglés de Málaga: un jardín de la historia cercano al mar", UCiencia Nº 9 Los secretos del Cerebro, Universidad de Málaga, 24 de abril de 2012 (accesible desde este link).
  • Marchant Rivera, Alicia, El cementerio inglés de Málaga y sus fuentes historiográficas: los libros de viaje femeninos del siglo XIX, Universidad de Málaga, 29 de enero de 2013 (accesible desde este link).
  • Marchant Rivera, Alicia, "Moradas de la escritura última: fuentes documentales para la historia del cementerio inglés de Málaga", Revista de Historiografía RevHisto Nº 1, 2004 (accesible desde este link).
  • Pérez-Bryan, Ana, "¿Por qué el hospital noble de Málaga se llama así?", Diario Sur, Málaga, 24 de septiembre de 2017, periódico edición online (link).
  • Pérez González, Salvador David, La obra de Ildefonso Marzo y Sánchez. La Historiografía malagueña de la primera mitad del siglo XIX, Universidad de Málaga, tesis doctoral, pp. 505-507, Málaga 2015 (accesible desde este link).
  • Rodríguez Barberán, Javier, Cementerios de Andalucía, Junta de Andalucía, Consejería de Obras Públicas y Transporte, Sevilla, 1993.
  • Rodríguez Marín, Francisco José, "El Cementerio Inglés de Málaga. Cultura Británica en el sur de Europa", Revista Funeraria, Especial Cementerios, Nº III/2013, MPress Publicaciones, 2013.
  • Rodríguez Marín, Francisco José, "Patrimonio y ciudad. Valores artísticos y culturales en el cementerio inglés de Málaga: entre la magnificencia y el deterioro", Isla de Arriarán: revista cultural y científica, Nº 25, 2005 (accesible desde este link). 
  • Ruiz Castillo, José Manuel, El cementerio inglés de Gibralfaro, website del libro homónimo, s. f., (link).
  • Wikipedia (link).

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